Nuestra Villa
Historia de Villanubla
Bild Historia de Villanubla

Los Montes Torozos y sus recónditos valles fueron refugio de pequeñas comunidades humanas desde tiempos inmemoriales. Las primeras tribus nómadas usan caminos siguiendo el curso de sus ríos y arroyos. Los romanos también emplean estos pasos naturales para trazar sus caminos y calzadas. Todavía hoy, la zona del pueblo que mira hacia el valle es conocida como "Los Castillos", lo que hace pensar en un recinto amurallado, incluso ya en época romana, enclavado en dicha ubicación. Probablemente, una fortificación destinada a defender la vía de tránsito natural que supone el valle, en dirección al Hornija, y de ahí, al Oeste peninsular

Villanubla, situada al borde de los Montes Torozos, fue tierra fronteriza durante cierto periodo de la Reconquista, dominando desde su privilegiada posición la entrada al valle del Hontanija. Las sucesivas despoblaciones y repoblaciones de territorios causadas por las diferentes "razzias" de uno y otro bando, hace pensar en un periodo de inestabilidad en cuanto al establecimiento de núcleos humanos en toda la zona.

Las primeras noticias escritas de la existencia de Villanubla se tienen en el siglo XII, a causa de un pleito en la reclamación de impuesto entre dos instituciones eclesiásticas, la Mitra palentina y la Abadía de Valladolid. Por tanto, podemos situar la repoblación de Villanubla durante el siglo XII.

En este periodo, y hasta finales  del siglo XVI, Villanubla pertenece al municipio de Valladolid, tras la donación realizada de estas tierras por el rey Alfonso VII. Como anécdota curiosa durante la época medieval, destacar que vivió en Villanubla un hermano de la entonces amante del rey Pedro I el Cruel, Doña María de Padilla, y que incluso en casa de tal personaje el rey hizo ejecutar a uno de sus enemigos.

Dice la leyenda que, en cierta ocasión, el rey Juan II se perdió en una cacería en Torozos a causa de la niebla, yendo a parar al convento de los Ángeles, motivo por el cual aquel paraje pasó a denominarse "Villa nubla". Por desgracia, no hay ninguna prueba histórica que ratifique la leyenda.

Ya en el siglo XV, tiene lugar la fundación de uno de los lugares emblemáticos de Villanubla, el Convento de los Ángeles, situado en el nacimiento del Arroyo Hontanija. Convento agustino, tuvo bastante relevancia en aquella época, pasando por él personajes ilustres como Santo Tomás de Villanueva, y podría ser que el propio rey Carlos V pernoctará allí durante el transcurso de uno de sus viajes.  

 La época de prosperidad de Villanubla tiene lugar en el siglo XVI como consecuencia de la propia prosperidad que vivía la capital en esta época, a la cual pertenecía. Se incrementa la población hasta los mil habitantes, y se edifica la Iglesia, la Casa de la Inquisición y la ermita del Cristo del Humilladero.

A finales del siglo XVI y durante el siglo XVII, la ciudad de Valladolid sufre un lento declive, pero no así Villanubla, que librándose de los inconvenientes que acarrea su pertenencia a la capital (impuestos, supervisión política, etc.), y estimulada por una situación económica derivada de su riqueza agricola, la elaboración de pan que vende en la capital y la extracción y trabajo de la piedra, consigue obtener el privilegio de villa otorgado por Felipe IV el día 25 de Mayo de 1635.

El siglo XVIII ve finalizada la ermita y el retablo del Altar Mayor de la Iglesia, y la estabilidad del municipio se prolonga durante los siglos XIX y XX, a causa fundamentalmente de una rica agricultura y de su tradición comercial de siglos de "bajar" a vender el pan a Valladolid. Ya es en el siglo XX cuando el pueblo experimenta el cambio derivado de la industrialización y la mejora de los transportes, cambiando la tónica comercial en sentido contrario. Ya no se bajará casi a diario a vender el pan, sino a trabajar o a estudiar en la capital.

Esperemos que el siglo XXI brinde a Villanubla un futuro de prosperidad y desarrollo, que nos permita vivir en nuestro pueblo y conservar nuestras raices.

(FUENTE: Artículo publicado por D. Juan Birlanga en la revista "La Voz de Villanubla", nº 60, Mayo de 1985)